La Virgen de Itatí

Ella eligió su casa en La Plata

En la soleada tarde del 30 de mayo de 1993, una caravana de gauchos pertenecientes a entidades tradicionalistas, ingresaba por la calle 6, con destino final a la Casa de Gobierno de la ciudad de La Plata, escoltando a dos jinetes que traían una imagen de la Virgen de Itatí, que venía en lomo de burro. A través de 1200 kilómetros desde el pueblo de Itatí, en la provincia de Corrientes y durante 30 días, en una demostración de proeza titánica, animados por la voluntad inconfundible que proviene del amor a Dios, estos dos paisanos bien montados llegaban a La Plata. Uno de ellos, Dardo René Insaurralde, de Curuzú Cuatiá, el otro, Alberto Escobar, un muchacho de Quilmes, sortearon muchas desventuras propias del camino, como la desgracia de la muerte de sus respectivos caballos de montar, al ingerir mío-mío, arribaban a la sede gubernamental. Otra imagen que transportaron quedó en la Municipalidad de Quilmes, recibida entusiastamente por el pueblo y sus autoridades, quienes le dieron, junto a estas dos generosas personas, la recepción que correspondía.

No ocurrió lo mismo en La Plata. En la hermosa tarde de aquel domingo otoñal, un numeroso público se había congregado en las escalinatas de la Casa de Gobierno, pero los funcionarios no estaban para recibirla. Aparentemente un olvido y la custodia policial que no estaba autorizada para que esta Imagen se instalara en algún lugar de la sede gubernamental, provocó el desconcierto de los portadores.  En esa época para colmo estaba vacante la titularidad del Arzobispado.

Cuando la cuestión parecía no tener solución, un correntino que estaba en la guardia policial, Ramón “Cambá” Godoy, propuso que la imagen fuera llevada a la Sede del Centro de Residentes Correntinos del Gran La Plata para pasar la noche, al advertir la presencia en el lugar de sus integrantes y considerando que Corrientes es el asiento de esta devoción mariana. Fue citado Julio Salvarredy, por entonces presidente de la Institución, quien aceptó inmediatamente la propuesta.

 

El público presente, junto con la caravana de jinetes, se trasladó hasta la sede de la calle 50. Como se pudo, se improvisó un altar, consiguiendo flores, velas y otros elementos, y en un contexto de alta emotividad, se inició una celebración de bienvenida, rezándose el Rosario y entonando canciones. 

La gente muy emocionada, aclamaba a la Virgen, oyéndose voces que comparaban ese momento con el Milagro de Luján, cuando los bueyes se empacaron hasta que la Virgen Gaucha quedó para siempre en esas tierras. La desmemoria de los funcionarios y la timidez de la custodia, desencadenaron el hecho: la Virgen tuvo su cobijo, elegida por Ella misma, más allá de las voluntades y los proyectos humanos, como reflexionara tiempo después el Arzobispo de La Plata, Monseñor Carlos Galán: “la Virgen eligió el camino, vino a La Plata para dirigirse a la casa de los correntinos”. 

 

Cuando el sol se extinguía en el horizonte de aquel glorioso 30 de mayo de 1993, la Virgen de Itatí ocupaba su sitial en la casa de sus hijos. Desde entonces está con nosotros. En estos años muchas cosas han pasado: nuestra entidad amplió sus instalaciones, se le construyó una capilla donde se realizaron bautismos, casamientos, rosarios, misas y resurgió el entusiasmo de una comunidad que buscaba su propio destino.